Como investigadora de la naturaleza humana, me encuentro constantemente maravillada por las complejas interacciones que ocurren a nivel de nuestro cuerpo físico. Una de las relaciones más fascinantes es la que existe entre la microbiota intestinal y el cerebro, la cual abre una perspectiva gigantesca de conocimiento. Lo que hoy se "descubre" sobre esta relación ya había sido revelado en oriente a los buscadores de la Verdad hace siglos. El reduccionismo racional de unas leyes que se comprueban ha dejado de lado la importancia de leyes que mantienen el equilibrio entre lo invisible y el mundo manifestado.
Nos centraremos en la función relevante de la microbiota intestinal, ya que nos proporciona una guía para tomar decisiones asertivas en nuestra alimentación. La microbiota intestinal es un ecosistema complejo compuesto por billones de microorganismos, incluyendo bacterias, hongos y virus. Este "órgano virtual" juega un papel fundamental en la digestión, la absorción de nutrientes, la respuesta inmune y, cada vez más evidente, en la salud mental.
Desde el nacimiento hasta la adultez, mantenemos una relación simbiótica con estas bacterias, la cual varía según nuestros hábitos y factores externos como el estrés y el consumo de alcohol. Se estima que alrededor de 100.000 billones de bacterias pueblan nuestro tracto digestivo, algunas de las cuales son beneficiosas y otras perjudiciales. Cuando esta microbiota se encuentra alterada, en lo que se conoce como disbiosis, pueden surgir diversos problemas de salud.
Es crucial comprender cómo mejorar esta microbiota y, para ello, es necesario identificar qué factores la afectan negativamente. Por ejemplo, el uso excesivo de antibióticos puede alterar estas bacterias, así como el consumo de alimentos ultraprocesados y ricos en azúcares refinados. Otros factores, como la lactancia artificial, la cesárea, el consumo de alcohol, el tabaquismo, el estrés crónico, la falta de sueño y el sedentarismo, también pueden desequilibrar la microbiota.
Por otro lado, existen prácticas que promueven la salud de la microbiota, como consumir alimentos ricos en polifenoles y prebióticos, así como alimentos fermentados. Los polifenoles, presentes en alimentos como el chocolate negro, las almendras, el té verde, las cebollas, los arándanos y el brócoli, tienen efectos antioxidantes y antiinflamatorios, y pueden promover el crecimiento de bacterias beneficiosas en el intestino. Los prebióticos, como las fibras fermentables presentes en frutas y cereales integrales, alimentan a las bacterias buenas en el intestino y ayudan a mantener un ambiente intestinal saludable.
Es importante diversificar nuestra dieta para diversificar nuestra microbiota, ya que una mayor variedad de alimentos vegetales puede mejorar la eficacia de nuestra microbiota. Además, debemos cuidar nuestro estilo de vida y nuestras emociones, ya que se ha demostrado que influyen en nuestra salud intestinal y en nuestra salud general.
Recientes investigaciones han destacado la influencia de la dieta en el tratamiento de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y la demencia senil. La comunicación bidireccional entre el intestino y el cerebro se conoce como eje intestino-cerebro. Esta comunicación se realiza a través de diferentes vías, incluyendo el sistema nervioso entérico, el sistema inmunológico y los neurotransmisores.
La interacción entre el intestino y el cerebro, especialmente a través de la producción de neurotransmisores, como la serotonina, la dopamina, y GABA, ha sido ampliamente estudiada y confirmada, demostrando que regulan el estado de ánimo, el sueño y la ansiedad.
También han descubierto que la inflamación intestinal puede afectar la comunicación entre el intestino y el cerebro, contribuyendo a la depresión y la ansiedad. Adicionalmente se ha estudiado como la permeabilidad intestinal aumentada puede permitir que bacterias y toxinas entren al torrente sanguíneo, afectando la función cerebral. Por ello, es fundamental prestar atención a nuestra alimentación y hábitos para mantener un equilibrio adecuado en nuestra microbiota.
Además, se ha descubierto una interacción electromagnética entre el intestino y el cerebro, donde el campo electromagnético intestinal puede regular el campo electromagnético cerebral, lo que afecta a procesos como la atención y el estado de ánimo. ¡No al revés! Entonces es muy importante resaltar cómo influyen esos procesos en nuestro cuerpo. Es necesario saber que lo que pensamos, sentimos y hacemos está influenciado por esos factores electromagnéticos.
En conclusión, nuestro cuerpo es una máquina perfectamente interconectada que debemos conocer y cuidar. Invito a todos a explorar y profundizar en las fascinantes relaciones que existen entre nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro entorno, tal como nos revelan las neurociencias modernas.
Puntos claves para tu Alimentación
El equilibrio de la microbiota intestinal puede verse afectado por diversos factores, como:
Antibióticos: El uso excesivo de antibióticos puede eliminar bacterias beneficiosas, creando un ambiente favorable para bacterias patógenas.
Dieta: Una dieta rica en azúcares refinados, grasas saturadas y alimentos procesados puede alterar la composición de la microbiota intestinal.
Estrés: El estrés crónico puede aumentar la permeabilidad intestinal, permitiendo que bacterias y toxinas entren al torrente sanguíneo.
Estilo de vida: La falta de ejercicio, el tabaquismo y la privación del sueño también pueden afectar la microbiota intestinal.
Para mantener una microbiota intestinal saludable, es importante consumir alimentos ricos en:
Biodiversidad: Una dieta variada, especialmente con distintos tipos de vegetales, para crear más biodiversidad en el tipo de bacterias y microorganismos benéficos dentro de la microbiota.
Fibra: La fibra prebiótica alimenta a las bacterias beneficiosas del intestino. Se encuentra en frutas, verduras, cereales integrales y legumbres.
Polifenoles: Los polifenoles son antioxidantes que combaten la inflamación y protegen la microbiota intestinal. Se encuentran en el chocolate negro, el té verde, las moras y las nueces.
Probióticos: Los alimentos fermentados como el yogur, el kéfir y el chucrut son ricos en probióticos, que son bacterias vivas beneficiosas para la salud intestinal.
Commenti